lunes, 6 de junio de 2011



¿EXISTE EN LA ACTUALIDAD DISCRIMINACIÓN HACÍA LA MUJER EN EL MUNDO LABORAL?

En las últimas décadas han existido cambios importantes en el mercado laboral, destacando entre otros, la masiva incorporación de las mujeres al mercado de trabajo y la consiguiente feminización del colectivo asalariado. No obstante, podemos hablar de una realidad inacabada e incompleta, ya que dicho avance ha tenido lugar bajo un telón de fondo de desigualdad y de precariedad.

De manera que los enormes avances en la formación de las mujeres y en su interés por participar de manera continuada en el mercado laboral, podían hacernos pensar en una pronta desaparición de las tradicionales desigualdades entre mujeres y hombres en el mercado laboral pero lo cierto es que no ha ocurrido así. Estas desigualdades parecen hoy más injustas que ayer, precisamente por el enorme esfuerzo que han realizado las mujeres con el objetivo de que se le tomen en cuenta y de que se les valore como persona.

Todavía, en pleno siglo XXI, podemos hablar de la baja participación de la mujer, discriminación que sufren en el acceso al empleo, diferencias salariales, falta de formación, escasa promoción y feminización de las actividades peor retribuidas y valoradas. Asimismo, en la actualidad, las mujeres se encuentran representadas desproporcionadamente en el empleo flexible, probablemente porque hoy día se nos sigue considerando como las primeras responsables en ocuparnos del bienestar de la familia. A las mujeres se nos considera por tanto más aptas que a los hombres para movernos dentro y fuera de la economía formal en una serie de trabajos temporales o eventuales, para aceptar horarios reducidos o trabajos intermitentes, y para trabajar en el hogar. Y se nos asocia menos con el contrato estándar a tiempo completo a partir del cual se han construido la regulación del mercado laboral y las normas sociales.

Por lo que de poco sirven las políticas existentes encaminadas a la igualdad de la mujer si la desigualdad sigue estando presente, al igual que son algunos de los recursos encaminados hacia la igualdad de género, en el sentido en que la mujer cumpla con las mismas condiciones que el hombre a la hora de adquirir cualquier tipo de trabajo.

Por tanto son muchos los recursos, así como la conciliación familiar y laboral, (recurso algo machista ya que la aplicación del mismo siempre es al género femenino) que se plantean para ello, sin caer en la cuanta del trabajo tan humano y directo que podrían llegar hacer los educadores sociales tanto con mujeres machistas que creen que como ellas nadie puede realizar las labores del hogar, llegándose a considerar como imprescindible, como con aquellos hombres que se consideren superiores a la mujer y vean lógico que estas trabajen menos para dedicarse a la casa y a todos los miembros de la familia y que por ello su salario sea inferior al suyo.

Es una problemática que ha existido toda la vida, lo que es sorprendente es que siga existiendo y de forma brutal, siendo aun más evidente en los tiempos que corren. Queríamos que se nos reconociera y valorasen como personas y como profesionales, pero no que se nos trate como “mulos de carga”, contando de nuestro esfuerzo la educación de los hijos, el mantenimiento de la casa, y el cuidado que algún miembro más que pueda llegar a existir en la familia como abuelos y abuelas.

Por ello considero que desde la educación social a través de la intervención tanto de forma individualizada, como de forma conjunta en el lugar de trabajo en el que se encuentren mujeres y hombres trabajando, es necesario intervenir a través de un programa en el que se fomente la igualdad de género en el ámbito laboral, mediante dinámicas, rol pleying, charlas de sensibilización…consiguiendo con ello empatizar al género masculino e incluso hacerles ver a la mujer que ellos también pueden encargarse de las tareas familiares a las que ella se dedican, puesto que si llevan una vida juntos es porque la comparten en todos los sentidos.

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