En relación a su historia, cuando España no era un Estado moderno y unificado, los gitanos ya formaban parte del paisaje humano de nuestras ciudades y pueblos. Su larga presencia en España, así como en otros lugares del Mundo, ha pasado por situaciones diversas. Su “diferencia”, la lengua, la forma de vestir, la manera de ganarse la vida y su condición de nómadas, que les hacía incontrolables, chocaba con la mentalidad y las costumbres dominantes.
Ello dio lugar a que los poderes de la época y de la misma sociedad les miraran con desconfianza, salvo algunos momentos de claridad y bonanza en que hubo acogida y comprensión. Los gitanos españoles de hoy participan de muchas de las características comunes al resto de los ciudadanos de nuestro país: viven, en general, cada vez mejor, tienen menos hijos, aumenta su nivel de alfabetización y formación.Sin embargo se sienten europeos, pero sobre todo, se sienten gitanos aflorando las claves y valores gitanos: la familia, la veneración hacia los mayores, hospitalidad y solidaridad, el respeto a los difuntos...entre otras características que los diferencian de los payos, argullosos/as de serlo.
Por el contrario, no estamos los payos tan orgullosos de tratarlos como lo hacemos, son muchos los prejuicios y estereotipos que tenemos hacia la etnia gitana, cosa que no favorece nada a su inserción social, sino que gracias a nuestros comportamientos muchos de ellos son excluidos de nuestra sociedad. Apreciando dicha exclusión en la situación ambientales del entrono donde viven, por lo que si nos damos cuenta ¿qué gitano vive en el centro de la ciudad?, la mayoría de estos viven a las afueras de la ciudad, aspecto que conviene a los políticos, “todos juntos a las afueras se entienden mejor y no dan ruido”. Este es uno de los aspectos más importantes con el que se debería de intervenir, no podemos querer que el colectivo se inserte en la sociedad si ni tan si quiera pasa el autobús por la zona donde viven. Por este factor y otra serie de factores más agravantes, desde hace tiempo los gitanos, al ser una minoría actúan con rebeldía y desconfianza ante los payos
Por ello el trabajador Social y educador social han de plantearse la modificación de actitudes negativas por parte de todos los individuos y colectivos inmersos en la sociedad en la que vivimos; ambos desde unas relaciones de reciprocidad horizontal, en la que los gitanos se sientan respetados por los payos y éstos por los gitanos.
De modo que sería conveniente ante esta problemática que el educador social junto con el trabajador social trabajasen desde la intervención educativa los siguientes aspectos con la ciudadanía:
ØEl respeto por el colectivo al que va dirigido la intervención, y por todos y cada uno de los miembros que lo componen. Conviene no olvidar que nuestro compromiso es, ante todo, con personas y no con proyectos y programas.
Ø La cercanía y la sintonía hacia aquellos con quienes desarrollamos nuestra labor profesional. Algo fundamental, si lo que pretendemos es colaborar en su crecimiento y desarrollo.
Ø La solidaridad con aquellos con los que, aunque tan sólo por motivos profesionales, hemos de pasar muchas horas al día y, en algunos casos, muchos años de nuestra vida.
Ø La modestia, a la hora de valorar nuestras intervenciones, habida cuenta de lo insuficientes y limitadas que suelen ser, en comparación con la situación global en la que se encuentran muchas de las comunidades gitanas con las que trabajamos y el rechazo y la antipatía que suelen provocar las actitudes de prepotencia de la que hacen gala algunos profesionales cuando trabajan con este colectivo.